Estos son los relatos que conforman nuestro número 5: Del alcohol y otros demonios
Tuve el fuerte presentimiento de que Nora no llegaría por motivos que no quería imaginar. Mi furia se convirtió en tristeza y luego en deseo de venganza. Llegó entonces “mi” mesera. “¿Qué te pido, chico lindo?”, me preguntó con una sonrisa profesional que seguramente prodigaba cada noche a incautos como yo. Acepté la sugerencia de un whisky escocés en las rocas para no andar con medias tintas. Yo sólo bebía en presentaciones de libros y algunas raras fiestas que prefería rehuir. Comenzaba a sentirme exaltado y deseoso de encontrar a alguien con quién resarcir el daño causado por Nora.
«Bar» Edwin Alcántara
Historiador y narrador. Es autor del libro de cuentos Amor:
úsese y deséchese (2016) y de la novela Diario encontrado en
el Castillo de Chapultepec (2017). Obtuvo el premio de la
revista Punto de Partida de la Dirección de Literatura de la UNAM por
su novela Gracy (2004).
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Me gusta pensar que cuando meto a esos animalitos en tarros con alcohol retraso el proceso de descomposición y es como si todavía estuvieran vivos. El alcohol puede ser una manera de burlar la muerte, al menos en apariencia. Eso sucede en el caso de mis bichos. En el caso de papá, es todo lo contrario. Él empeora diariamente y parece que va navegando hacia su propio naufragio. Cada vez que le sugiero a papá que deje de beber porque su hígado empeora día con día, él vocifera enfurecido, me salpica diminutas gotas de saliva mientras me grita que a mí qué me importa, que él puede hacer lo que quiera de su vida...
«En un frasquito de conservas», Nitz Lerasmo
Ciudad de México, 1994. Ha publicado cuentos, poemas,
minificciones y reseñas en revistas de México, Canadá y España. Forma
parte de la antología de cuento Exploraciones quiméricas Vol. I (Grupo
Editorial Lectio, 2019). Es autora del libro digital Minimalismo ficional publicado
por Lágrimas de Circe (Mar del Plata, 2019).
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Puedo soportar el cigarro de Joel, las cervezas calientes de Daniel y hasta el churro de marihuana que sacó Everardo. Nada de eso me disgusta tanto como la soledad. Nada de eso me aterra como imaginarme que mi piel nunca será tocada, que me voy a quedar sola y abandonada como mi madre. ¿Qué clase de vida sería esa? Cualquier cama es muy grande para un alma solitaria; cualquier día se extraña desayunar con alguien; en cualquier momento quisiera saberme acompañada de alguien que nunca se irá.
«Casa sola», Emilio Antonio Calderón
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Nos disponíamos a brindar de nuevo, yo ya estaba borracho y aún así fui el primero que se percató de la entrada de cuatro gorilas a aquel tranquilo lugar; ¡gorilas! Se sentaron en una mesa cercana, uno de ellos traía un plátano comiendo y sólo dos traían sombrero, todos con chamarra. Se pusieron a beber y yo me puse a beber, todos bebimos, aunque ellos bebían muy despacio: los gorilas y también mis colegas; yo le daba tendido a la botella.
«Bebían muy despacio», Andrés Lobo
Manuel Soria (Ciudad de México, 1989). Estudió la
licenciatura de sociología en la UNAM. En honor a su abuelo, Andrés Alba, se
autonombra Andrés Lobo. Es autor del libro de cuentos Nexos y otros aullidos
hechos letras, publicado por Lectio.
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Después de un par de días, don Felipe sacó una botella. Dijo que la tenía guardada pa’ su compadre de allá, pero era evidente que yo la necesi-taba más que él. Agradecí el gesto y, durante no sé cuántas horas, o días, estuvimos bebiendo esa sustancia llamada bacanora, una potencia dionisíaca que nunca había probado pero que sabía a gloria, a vida y a oportunidad. Me regresaba el calor al cuerpo. El acto de don Felipe nos acercó. “El alcohol siempre avecina a los migrantes” dijo una voz que no recuerdo si era de Gabriel o Miguel Ángel, pero que decía “migrantes” como quien dice “hirientes” o “perdidos”.
«Delirio», David García
Aunque, abogado de profesión (UNAM), su vocación es la
escritura. Fue tercer lugar del Quinto Premio Nacional de Poesía Joven
"Jorge Lara". Es además fotó-grafo itinerante y viajero sin rumbo.
Escribe para Revista Kuadro, cree en el poliamor y ama la pizza.
La digresión
La seguridad del reconocimiento lo lleva a una exploración visual que trata de ser discreta: “Claro que se ve que las piernas le han enflacado, pero todavía se ve bien con su falda”. Trago a su tequila. “Claro que ya se le nota la panza”, se ríe para sí. Otro traguito a su tequila. La mirada de ella se sostiene sobre él, que se apena, pero la sonrisa para sí se mantiene mientras piensa: “Uy, pero sus pechos se siguen viendo imponentes”. Otro trago a su tequila, bocado a su botana y se divierte pensando: “Claro, que a lo mejor a la hora de quitarse el brassier, a lo mejor le cuelgan... Pero han de seguir siendo una maravilla”.
«Instantáneas de la ciudad», Miguel Ángel Tenorio
Escritor de teatro, televisión, radio y literatura para niños y jóvenes.
Instantáneas de la ciudad es una obra en construcción permanente desde 1993. La
historia pu-blicada en este espacio es una de las más recientes.